A lo largo de la historia han existido algunos juegos, que podrían considerarse retos, y que son bastante populares, sobre todo entre los jóvenes. Demostrar la valentía y el coraje es la razón por la que muchos jóvenes deciden adentrarse en esos juegos que invocan espíritus. El ser humano se siente atraído hacia eso que no comprende, es su naturaleza indagar en los lugares más recónditos y sumergirse en donde hay algo de peligro. Pero, ¿a qué se debe esto? No debería más bien protegerse y alejarse de aquello que pueda hacerle daño. La realidad es que nos atrae porque se trata de algo que está prohibido, o que no debería existir y debería estar escondido. Sin embargo, nuestra naturaleza nos confunde. Lo prohibido nos atrae y se vuelve irresistible. Buscamos acabar con esa curiosidad para encontrar una respuesta. Tal vez no creamos que esos juegos son verdad y sólo buscamos demostrarlo, o quizá tenemos la duda y sólo podemos saberlo si nos atrevemos a jugar.
El cristianismo se encargó de mostrarnos con Adán y Eva la tentación y los peligros de ésta. La seducción y curiosidad nos llevaron a un mundo destructivo. Contrario a esto, la ciencia nos demostró que las grandes interrogantes y la curiosidad son las que han permitido que el hombre avance. De cualquier manera, no podemos negar que la curiosidad y lo prohibido forma parte de nuestra vida en todo momento. Tal vez Oscar Wilde tenía razón cuando decía que “la única forma de vencer una tentación es dejarse arrastrar por ella”. Y puede que sólo se trate de un juego, pero hay algo que nos atrapa y nos inquieta. La decisión de jugar está en cada uno. Es elección de quienes decidan si quieren descubrir qué hay del otro lado del espejo o sobre un tablero.
Oscar Wilde
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